La búsqueda del amor y su relación con la madre: reflexiones sobre la palabra amor y su origen

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El amor y la madre

Seamos sinceros, en esto del trabajo personal y toda la mandanga, más allá de las vicisitudes que tenemos en la vida, lo que más deseamos es amor.

¿Pero qué es el amor? y ahí nos paramos todos y todos tenemos una ilusión al respecto, todos y cada uno podemos empezar a tratar de discernir qué es aquello u lo otro que nos hace sentir amor. Sí es la belleza, que si la libertad, que si el ser deseado, que el afecto por uno mismo... Sea como sea, puede ser todo eso o nada de eso.

Quizás, la palabra "amor" sea la palabra más pervertida de todas por estar repleta de proyecciones personales. Pues el amor, tal y como lo conocemos, no deja de ser algo absolutamente subjetivo.

Sentirse amado o no, quizás poco tiene que ver con amar o con sentir amor.

Me detengo aquí y me salto muchos pasos y me voy al grano porque está discusión del amor podría durar 30 artículos. Y es tan simple como buscar la raíz de la palabra "amor".

La palabra amor proviene del latín amor, amōris. Se emparenta, de este modo, con el verbo latino amāre, del que derivará nuestro verbo amar.

La más remota raíz de la palabra amor procede del indoeuropeo am-, que significa ‘madre’, y que también vendría a ser la raíz de palabras como amigo o amistad.

Wow! el amor proviene de la madre. Así es, aprendemos a amar a través de nuestra madre. Es mamá la que nos inicia en el arte amatorio de autoestimarnos, es la madre la que nos precipita a conocer de forma ambigua el amor y a depositar ese concepto en un montón de anhelos.

¿Cómo te amó tu madre?

Ale! a terapia con eso.

Y en eso estoy ahora, y desde hace mucho tiempo, aprendiendo a amar de forma distinta a como me amó mi madre, pues, presumiblemente sólo percibo el amor, es decir, sólo etiqueto ese concepto en sensaciones y experiencias que me llevan al vínculo materno.

De ahí que los trabajos de apego en la terapia sean tan importantes. Pues podríamos cambiar la palabra apego por la palabra amor.

  • Amor seguro.
  • Amor inseguro evitativo
  • Amor inseguro ambivalente
  • Amor desorganizado.

Y nos cuadraría muy bien saber cuál es nuestro tipo de amor al resolver cuál es nuestro tipo de apego. Así como decía Alexander Lowen, el amor es el deseo de cercanía o de proximidad, sea física, ideológica o metafóricamente. Lo cierto es que pocos hemos tenido o gozado de un buen amor, un amor seguro o, dicho de otra forma, incondicional.

Así como tu madre debería darte espacio para la expresión sin juicio, donde el espacio no fuera de educación sino de expresión, así mismo el amor debería ser una metáfora que irradie a un ser estable en sí mismo, ordenador y consciente. Bert Hellinger nos dice que "el orden viene primero, luego el amor", basando en ese pilar toda la estructura de su método sistémico.

Antes de amar, debes ordenar-te. Ahí de nuevo es donde entra el proceso de psicoterapia. Ordenar y permitir la posibilidad de un "espacio seguro" (como respuesta a un amor seguro), o al menos en la búsqueda de él. Un terapeuta no debería ser un sabueso que husmea la falla en el sistema personal, sino el que te ayude a recomponer la malformación del amor. Y para ello, la invitación a un espacio seguro se hace vital.

Aprender a amar no es tarea sencilla, pues nunca es sencillo cambiar viejos patrones por nuevos. Siempre es mucho más fácil hacer mella en tierra virgen que tratar de sembrar en terreno frondoso de conceptos, proyecciones e identificaciones.

Quizás un buen principio sea asumir y aceptar de forma flagrante que no tenemos ni idea del buen amor. Que si bien hemos leído sobre él (quizás), se convierte rápidamente en algo subjetivo, lleno de deseos, apegos, necesidades, sufrimientos y placeres vacíos.

Pero esa es la clave. Dejar de usar el concepto amor al referirnos a cualquier cosa que parece pero que no es. Es oropel querido mío, más no es oro.

Desde ahí podemos seguir indagando en nosotros, profundizando en nuestras entrañas, asumiendo que aún hay camino que recorrer y aprendiendo a "amar", asumiendo que no lo hacemos.

Yo  no sé amar, te lo garantizo. A pesar de estar impartiendo cátedra como un erudito, te aseguro que el concepto equivocado que aprendí de mi madre sigue vigente en mí hoy en día.

A veces me descubro creyéndome que salió de la caverna de Platón, que me encuentro ya en estado de gracia... pero ay querido mío, acabo cayendo en la cuenta de que aún me queda mucho camino por recorrer, quizás todo.

Aunque si yo fuera mi terapeuta, me diría: "ese es el camino". Ser honesto con la verdad intrínseca de uno mismo no es fácil y mucho menos cuando me llenó la boca de teorías, inundando horas de charla sobre el amor, el placer y el afecto. Ser honesto y aceptar el (parafraseando a Sócrates) "sólo sé que no sé nada" es un delicioso punto de partida para un pequeño mundo de verdadera realidad.

Sí, jode, pero Cristo habló de que la verdad nos haría libres... aunque la libertad sea una jodienda.

Así que hacernos verdad y asumir que nuestra falible y voluble necesidad de amor que nos lleva a la confusión y al oropel , será un maravilloso punto de partida con el que te invito a seguir.

Aunque sufras, sí, que el sufrimiento, por mucho que queramos renunciar a él, es humano, intrínseco y en cierta forma sana. Gurdjieff dijo: "hagas lo que hagas nunca podrás renunciar a tu sufrimiento".

Caminante, no hay camino en el amor más allá de la cruda sinceridad de que sin sufrimiento no hay verdad posible y sin verdad no hay amor seguro que calme el sufrimiento, lo ordene y fortalezca.

Cuídate del amor/oropel, del tuyo que te dio tu madre y aceptaste como auténtico y del otro que aceptas porque se parece al tuyo. No es amor, querido mío.

A seguir caminando.

¿Tienes alguna experiencia que podrías identificar de amor oropel? Déjame en los comentarios y con gusto lo leeré

¡Ve por la sombra!